lunes, 27 de agosto de 2012

HERMANAS

Os invito a conocer el carisma entrañable de la sencillez en lo cotidiano, y como se transforma el mundo.

domingo, 12 de agosto de 2012

Da lo mismo creer en Dios, que no creer

Da lo mismo creer en Dios que no creer. Esta parece la actitud de muchas personas. Personas Que no han tenido la experiencia de Dios. Desde luego uno no cree por reglas matemáticas y veraces demostrativas de la existencia de Dios. Nuestra propia fe es un vivir en la certera incertidumbre, no tenemos ni pruebas, ni argumentos o razones científicas que demuestren su existencia; pero sé que existe, que está vivo, que me acompaña y que todo los que hago, pienso y vivo tiene sentido por Él. Porque su confianza habita en lo más hondo de mi ser. Creer en Dios es creer en la vida, intuir que el mundo tiene un sentido último, confiar en el Misterio que encierra la creación: un Dios que es amor.
Quienes no han tenido esta experiencia de Dios ciertamente no encontrará sentido, ni utilidad, ni la vida cambiará lo más mínimo. Incluso para los creyentes a veces también tenemos esa actitud, sin embargo Creer en Dios significa sentir y vivir este mundo no como algo cerrado y definitivo, sino que la vida va más allá de lo físico, lo trasciende. Creer en Dios es vivir la vida como un don, que no estamos solos, sino hay alguien, un Padre que nos ama y nos cuida. Creer en Dios es sentir con otra hondura mi propia dignidad. No soy sólo un conjunto de células llamadas a desaparecer sino que alguien me busca no desde un más allá, sino desde la profundidad e impenetrabilidad de lo que llamamos “corazón”, y me busca para mi bien. Creer en Dios significa reconocer esa misma dignidad de hijos de Dios, en los demás. Sentirlos como hermanos e hijos de un mismo Padre. Creer en Dios significa creer que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra.
Por todo ello no es lo mismo creer o no creer en Dios. Ante nosotros se plantea la elección o decisión de iluminar nuestra existencia y nuestra muerte desde la búsqueda de Dios que se nos revela, y se nos ha revelado en Cristo; o bien permaneces indiferente sin elegir nada, en todo caso ya has elegido no elegir nada. Y eso considero que tal vez sea la opción o la decisión más pobre y desacertada. Toda elección conlleva una responsabilidad y el ser consecuente con dicha opción. Quien rechaza a Dios y opta vivir e interpretar la vida desde sí mismo y ser centro de su vida hace que todo gire en torno a él. Quizá este sea el motivo de que el hombre viva desorientado, porque todo su sentido no se forja con miras a un proyecto definitivo de toda la humanidad y la creación sino que su objetivo es el bien personal de sí mismo.