martes, 1 de noviembre de 2011

ESPÍRITU DE ASÍS

DISCURSO DE BENEDICTO XVI EN ASÍS:


Queridos hermanos y hermanas, Distinguidos Jefes y representantes de las Iglesias y Comunidades eclesiales y de las Religiones del mundo, queridos amigos
Han pasado veinticinco años desde que el beato Papa Juan Pablo II invitó por vez primera a los representantes de las religiones del mundo a Asís para una oración por la paz. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? ¿A qué punto está hoy la causa de la paz? En aquel entonces, la gran amenaza para la paz en el mundo provenía de la división del planeta en dos bloques contrastantes entre sí. El símbolo llamativo de esta división era el muro de Berlín que, pasando por el medio de la ciudad, trazaba la frontera entre dos mundos.
En 1989, tres años después de Asís, el muro cayó sin derramamiento de sangre. De repente, los enormes arsenales que había tras el muro dejaron de tener sentido alguno. Perdieron su capacidad de aterrorizar. El deseo de los pueblos de ser libres era más fuerte que los armamentos de la violencia. La cuestión sobre las causas de este derrumbe es compleja y no puede encontrar una respuesta con fórmulas simples. Pero, junto a los factores económicos y políticos, la causa más profunda de dicho acontecimiento es de carácter espiritual: detrás del poder material ya no había ninguna convicción espiritual.
Al final, la voluntad de ser libres fue más fuerte que el miedo ante la violencia, que ya no contaba con ningún respaldo espiritual. Apreciamos esta victoria de la libertad, que fue sobre todo también una victoria de la paz. Y es preciso añadir en este contexto que, aunque no se tratara sólo, y quizás ni siquiera en primer lugar, de la libertad de creer, también se trataba de ella. Por eso podemos relacionar también todo esto en cierto modo con la oración por la paz. Pero, ¿qué ha sucedido después? Desgraciadamente, no podemos decir que desde entonces la situación se haya caracterizado por la libertad y la paz. Aunque no haya a la vista amenazas de una gran guerra, el mundo está desafortunadamente lleno de discordia. No se trata sólo de que haya guerras frecuentemente aquí o allá; es que la violencia en cuanto tal siempre está potencialmente presente, y caracteriza la condición de nuestro mundo. La libertad es un gran bien. Pero el mundo de la libertad se ha mostrado en buena parte carente de orientación, y muchos tergiversan la libertad entendiéndola como libertad también para la violencia. La discordia asume formas nuevas y espantosas, y la lucha por la paz nos debe estimular a todos nosotros de modo nuevo.
Tratemos de identificar más de cerca los nuevos rostros de la violencia y la discordia. A grandes líneas – según mi parecer – se pueden identificar dos tipologías diferentes de nuevas formas de violencia, diametralmente opuestas por su motivación, y que manifiestan luego muchas variantes en sus particularidades.
Tenemos ante todo el terrorismo, en el cual, en lugar de una gran guerra, se emplean ataques muy precisos, que deben golpear destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente heridas o muertas. A los ojos de los responsables, la gran causa de perjudicar al enemigo justifica toda forma de crueldad. Se deja de lado todo lo que en el derecho internacional ha sido comúnmente reconocido y sancionado como límite a la violencia. Sabemos que el terrorismo es a menudo motivado religiosamente y que, precisamente el carácter religioso de los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada, que cree poder relegar las normas del derecho en razón del "bien" pretendido. Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de la violencia.
A partir de la Ilustración, la crítica de la religión ha sostenido reiteradamente que la religión era causa de violencia, y con eso ha fomentado la hostilidad contra las religiones. En este punto, que la religión motive de hecho la violencia es algo que, como personas religiosas, nos debe preocupar profundamente. De una forma más sutil, pero siempre cruel, vemos la religión como causa de violencia también allí donde se practica la violencia por parte de defensores de una religión contra los otros. Los representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986 quisieron decir – y nosotros lo repetimos con vigor y gran firmeza – que esta no es la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción.
Contra eso, se objeta: Pero, ¿cómo sabéis cuál es la verdadera naturaleza de la religión? Vuestra pretensión, ¿no se deriva quizás de que la fuerza de la religión se ha apagado entre vosotros? Y otros dirán: ¿Acaso existe realmente una naturaleza común de la religión, que se manifiesta en todas las religiones y que, por tanto, es válida para todas?
Debemos afrontar estas preguntas si queremos contrastar de manera realista y creíble el recurso a la violencia por motivos religiosos. Aquí se coloca una tarea fundamental del diálogo interreligioso, una tarea que se ha de subrayar de nuevo en este encuentro.
A este punto, quisiera decir como cristiano: Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza. El Dios en que nosotros los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia. La Cruz de Cristo es para nosotros el signo del Dios que, en el puesto de la violencia, pone el sufrir con el otro y el amar con el otro. Su nombre es "Dios del amor y de la paz" (2 Co 13,11). Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que – no obstante la debilidad del hombre – sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo. Si bien una tipología fundamental de la violencia se funda hoy religiosamente, poniendo con ello a las religiones frente a la cuestión sobre su naturaleza, y obligándonos todos a una purificación, una segunda tipología de violencia de aspecto multiforme tiene una motivación exactamente opuesta: es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación, que va a la par con la pérdida de humanidad.
Los enemigos de la religión – como hemos dicho – ven en ella una fuente primaria de violencia en la historia de la humanidad, y pretenden por tanto la desaparición de la religión. Pero el "no" a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que tomaba como norma solamente a sí mismo. Los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios.
Pero no quisiera detenerme aquí sobre el ateísmo impuesto por el Estado; quisiera hablar más bien de la "decadencia" del hombre, como consecuencia de la cual se produce de manera silenciosa, y por tanto más peligrosa, un cambio del clima espiritual. La adoración de Mamón, del tener y del poder, se revela una anti-religión, en la cual ya no cuenta el hombre, sino únicamente el beneficio personal. El deseo de felicidad degenera, por ejemplo, en un afán desenfrenado e inhumano, como se manifiesta en el sometimiento a la droga en sus diversas formas. Hay algunos poderosos que hacen con ella sus negocios, y después muchos otros seducidos y arruinados por ella, tanto en el cuerpo como en el ánimo. La violencia se convierte en algo normal y amenaza con destruir nuestra juventud en algunas partes del mundo. Puesto que la violencia llega a hacerse normal, se destruye la paz y, en esta falta de paz, el hombre se destruye a sí mismo. La ausencia de Dios lleva al decaimiento del hombre y del humanismo. Pero, ¿dónde está Dios? ¿Lo conocemos y lo podemos mostrar de nuevo a la humanidad para fundar una verdadera paz? Resumamos ante todo brevemente las reflexiones que hemos hecho hasta ahora. He dicho que hay una concepción y un uso de la religión por la que esta se convierte en fuente de violencia, mientras que la orientación del hombre hacia Dios, vivido rectamente, es una fuerza de paz. En este contexto me he referido a la necesidad del diálogo, y he hablado de la purificación, siempre necesaria, de la religión vivida. Por otro lado, he afirmado que la negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le lleva a la violencia.




martes, 25 de octubre de 2011

El valor de lo insignificante

Muchas veces la belleza se encuentra en lo más pequeño e insignificante. Vamos por la vida viendo sin ver y nos perdemos la belleza de Dios. Contemplar lo pequeño, lo desapercibido, lo que nos habla en silencio de la grandeza de Dios. Dejémonos embargar por la belleza de esta pequeñas flores, frutos y algunos bichos.

domingo, 16 de octubre de 2011

Fuegos del Apóstol 2011

Aquí os dejo esta maravilla de video. Espero que lo disfruten como yo ganando el jubileo de la pestaña durante 15 minutos. Pasen y Vean...

Fuegos del Apóstol. 2011. Mapping Obradoiro. Oficial from vjspain.com on Vimeo.

sábado, 8 de octubre de 2011

Mala Pata

He aquí una orgullosa pata paseando con sus polluelos. Altiva muestra al mundo su prole. Seis hermosos patitos, que confiados siguen a su tierna mamá pata.


Sigue, sigue la patita con sus polluelos sin advertir peligro alguno…Paso firme al frente y los seis patitos, ahí detrás de su mamá pata.
Más cuando sin advertirlo, cruzada la calle y alcanzada la acera, inesperadamente deja de oir el cantarino graznido de los patitos.....


Donde menos sospechó su linda prole perdió. Adiós su encanto, adiós su orgullo. ¿Cómo pudo ser, que el peligro no pude ver?
Lo mismo sucede a muchos padres que confían en sus hijos aun siendo pequeños no advierten sus peligros y cuando se pierden lamentan creyendo que todo les pasó por crecer y las malas juntas, yo digo como ya dijera aquel poeta popular “vigila mujé, vigila” desde la más tierna niñez. Que el árbol desde pequeño se endereza.

jueves, 6 de octubre de 2011

Ruido






Aquí les dejo esta poesía - canción de Sabina. En nuestra vida hay tantos RUIDOS que nos cuesta oir nuestra voz, menos aún la voz de Dios. Por eso necesitamos urgentemente invocar, vivir, sentir el SILENCIO.

Ella le pidió que la llevara al fin de mundo,
Él puso a su nombre todas las olas del mar.
Se miraron un segundo
Como dos desconocidos.

Todas las ciudades eran pocas a sus ojos,
Ella quiso barcos y él no supo qué pescar.
Y al final números rojos
En la cuenta del olvido,
Y hubo tanto ruido
Que al final llegó el final.

Mucho, mucho ruido,
Ruido de ventanas,
Nidos de manzanas
Que se acaban por pudrir.
Mucho, mucho ruido,
Tanto, tanto ruido,
Tanto ruido y al final
Por fin el fin.
Tanto ruido y al final...

Hubo un accidente, se perdieron las postales,
Quiso carnavales y encontró fatalidad.
Porque todos los finales
Son el mismo repetido
Y con tanto ruido
No escucharon el final.

Descubrieron que los besos no sabían a nada,
Hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.
Se borraron las pisadas,
Se apagaron los latidos,
Y con tanto ruido
No se oyó el ruido del mar.


Mucho, mucho ruido,
Ruido de tijeras,
Ruido de escaleras
Que se acaban por bajar.
Mucho, mucho ruido,
Tanto, tanto ruido.
Tanto ruido y al final...
Tanto ruido y al final...
Tanto ruido y al final
La soledad.

Ruido de tenazas,
Ruido de estaciones,
Ruido de amenazas,
Ruido de escorpiones.
Tanto, tanto ruido.

Ruido de abogados,
Ruido compartido,
Ruido envenenado,
Demasiado ruido.

Ruido platos rotos,
Ruido años perdidos,
Ruido viejas fotos,
Ruido empedernido.

Ruido de cristales,
Ruido de gemidos,
Ruidos animales,
Contagioso ruido.

Ruido mentiroso,
Ruido entrometido,
Ruido escandaloso,
Silencioso ruido.

Ruido acomplejado,
Ruido introvertido,
Ruido del pasado,
Descastado ruido.

Ruido de conjuros,
Ruido malnacido,
Ruido tan oscuro
Puro y duro ruido.

Ruido qué me has hecho,
Ruido yo no he sido,
Ruido insatisfecho,
Ruido a qué has venido.

Ruido como sables,
Ruido enloquecido,
Ruido intolerable,
Ruido incomprendido.

Ruido de frenazos,
Ruido sin sentido,
Ruido de arañazos,
Ruido, ruido, ruido.

viernes, 20 de mayo de 2011

BABEL Y PENTECOSTÉS





Os dejo esta brevísima reflexión de Pablo Domínguez Prieto, de su testimonio espiritual "Hasta la cumbre"
"Dos escenas bíblicas distintas, la primera es negativo fotográfico de la segunda. La primera es la imagen de la Torre de Babel. Se trata de un gran número de hombres que estaban unidos para hacer algo común. Una gran torre. Parece que esto comienza bien: un montón de hombres unidos con una misma meta, la de construir un gran edificio que alcanzara los cielos. Pero no se entendían. Cada uno hablaba una lengua distinta. Resultado: el caos.
La segunda escena: Pentecostés, un montón de hombres reunidos también. Hablaban también lenguas muy distintas, pero todos se entendían. Y también estaban juntos para construir una gran obra: la extensión del Reino de Dios.
¿Cuál es la diferencia? la diferencia entre Babel y Pentecostés es que en Babel reinaba el egoísmo y en Pentecostés reinaba el Espíritu Santo, la caridad. La efusión del Espíritu Santo llenó a aquellos hombres de caridad. Y la caridad, que es el amor de Dios, une y da fecundidad. Pero cuando los que se unen lo hacen contra alguien, eso termina por destruir".

sábado, 9 de abril de 2011

Lázaro




Llevaba Lázaro cuatro días muerto. Olía mal dentro del sepulcro. Una cavidad cubierta con una losa. Todo a su alrededor era oscuridad. Sus manos y pies atados con vendas y la cara cubierta con un sudario. Es la situación actual del hombre. Del hombre de todos los tiempos, cuando se apaga la luz de Dios. El hombre que muere porque no tiene esperanza. Todo se le vuelve oscuro, huele la pestilencia de la violencia y de la muerte. Atado de pies y manos con las vendas del egoísmo, de la economía, de los intereses propios, de las envidias y las rencillas, del odio que no le dejan caminar ni poder liberarse de ellas. Más aún, un sudario cubre su cara, no puede ver. No se da cuenta que está dentro de un sepulcro. Muchos lloran su muerte. Pero sobre todos, Marta y María, sus hermanas. Dos mujeres con una extraordinaria fuerza ante la vida. De María se nos dice que era la pecadora que lavó los pies del Señor con sus lágrimas, se los secó con su cabello y derramó el perfume sobre Cristo. También nos señala el evangelista que ella había escogido la mejor parte, sentada a los pies del Señor, mientras escuchaba su palabra. Pues bien estas mujeres ante la presencia de Jesús hacen la misma afirmación: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Con esta afirmación manifiestan ambas su fe en Jesús, Señor de la vida, de la luz, de la esperanza. Ellas lo saben, porque lo han experimentado. Reconocen que sólo el Señor puede liberar e iluminar al hombre. En la persona de Jesús llega el único que puede cambiar realmente algo en aquella situación de impotencia humana. En contraste con la afirmación de ambas, podemos recordar la respuesta de Caín a Dios, cuando éste le pregunta “¿Dónde está tu hermano?”. Caín responde: “¡Acaso soy yo el guardián de mi hermano!” Ante la cuestión del hombre he aquí dos respuestas. Una, la de estas mujeres, que reconocen la muerte de su hermano y se lamentan de no haber podido hacer nada para evitarlo. Pero eso sí saben que la presencia del Señor es una presencia de Vida y que puede dar verdadero consuelo con su fuerza divina. La otra, la de Caín, es la negación de la misma. El hombre que no se siente responsable, que se desentiende, la de aquellos que se lamentan y se justifican sin sentirse responsables del pecado ni de la muerte ajena. Es un mero espectador. Ante este dilema es responsabilidad nuestra, como cristianos que hemos puesto nuestra confianza en Jesús, hacer presente al Señor, para que el hombre de hoy tenga vida, sea iluminado y pueda caminar. Liberar a los que viven presos atados de manos y pies con las vendas de la muerte. De esta cultura de la muerte en la que el hombre está inmerso. Seamos la voz del Señor: “Quitad la losa…,gritó: ¡Lázaro, ven afuera! …, Desatadlo y dejadlo andar”.” “Quitad la losa”. La losa que pesa, que oprime al hombre, que no deja pasar la luz ni el aire, que aísla, que ahoga. La losa del desprecio, del miedo, de la violencia, de la injusticia, de la soledad, de la vejez, del paro, de los impuestos, de los radicalismos, de las dictaduras y de las guerras… y otras tantas que ponemos sobre los demás. Jesús grita al hombre concreto ¡Lázaro!. Sí a ti en concreto, en tu persona, tú eres importante para Dios. No se dirige en general, sino a ti que vives oprimido por el peso de tantas losas que te impiden vivir. A ti, que vives atado de pies y manos y que crees que no puedes liberarte, que ya nada puede cambiar y que sufres porque todo huele mal a tu alrededor, porque no puedes disfrutar del aire fresco, ni del sol, ni oír la voz de los otros. Ojalá hoy tú escuchases la voz del Señor que te dice “¡Ven afuera!”. Ven, camina a la luz y sigue la voz del Pastor. Yo soy el camino que lleva a la Vida y a la Verdad. Ven del verbo ir, caminar, dirigirse a…es acción, movimiento; y quien camina desea alcanzar una meta, llegar a algún lugar. ¿A dónde? “afuera”; salir de sí mismo, abandonar todo este reino de muerte para llegar a la Vida. La resurrección de Lázaro no sólo es la última, sino también la mayor acción poderosa de Jesús. No se limita a curar una enfermedad, sino que llama de la muerte a la vida pues en Él se hace presente el Dios para con nosotros como aquel que liberándonos de la muerte nos hace entrar en su vida inmortal. “He venido para que tengan vida, y vida en plenitud”.

sábado, 12 de marzo de 2011

La Tortuga

En el jardín de la plaza hay una tortuga. El animalillo se mueve entre los jacintos y los rosales y se paga su tranquilidad aguantando las chirigotas de mayores y pequeños.

Hasta hace poco yo fui uno más de a los que a ella daba pie para contar el chiste de la tortilla de patatas. Todo cambió desde el instante en que pude seguir la actitud del animal durante cierta encrucijada dolorosa de su vida. Ahora, ya, lo que hago es sentarme en el banco que hay junto a los arriates y seguir serenamente, con la mirada el lento deambular de la tortuguilla.



Sucedió que una tarde alguien vino a observar con ironía un cierto y más pausado caminar del animalillo: "es que, claro, le habrán puesto puesto una multa por exceso de velocidad”. De hecho, lo que me llamó la atención, fue su evidencia de fatiga. Los pasos los daba penosamente, casi a rastras, tirando del caparazón como el viejo maletero al que cargan con el “mundo” descomunal de un viajante.


Pasaron los días y la angustia de la tortuguita siguió en aumento. Recuerdo que una mañana al cruzar, no pude evitar un cierto presagio de muerte, y cuando el otro día, al ir a la oficina, vi tirado su caparazón, pensé que ya sí que se nos habían acabado las chirigotas. Lo que me extrañaba, no obstante, era ver sola la áspera envoltura del animal. ¿Qué ocurría con el resto y dónde estaba? Llamé al municipal y entre los dos ojeamos por el césped y los tamarindos, hasta que, inesperadamente la vimos, leve, ligera, casi exultante, sin la angustia de los tercos y duros semicírculos que la envolvieron.


A la noche, he de confesarlo, me desvelé con el enigma de aquel suceso, hasta que al fin pude golpear en la frente con la sorpresa de un “eureka”. Lo que había ocurrido, sencillamente no era, ni más ni menos, que el final de una situación de crecimiento. Lógicamente, los tejidos del cuerpo del animal habían seguido sus fases de desarrollo, lo que no podía ocurrir con la densa estructura del caparazón. Aquello que un día fue creado para defensa vital se convertía de pronto en el preludio de una sepultura.



Con los pulmones oprimidos, el animal se desenvolvía con una sensación de salchicha emparedada. De aquí que anduviese a cámara lenta, provocando una risa que a mí se me quedó helada cuando pude acusar la gloria del instinto. Debió sufrir terriblemente, pero en su dolor y en su esfuerzo latía la promesa de las tardes al sol, acariciada por el viento y el perfume de las acacias. Como la vida exigía una fianza de dolor, los músculos del animal se dieron una cita extrema. El esfuerzo debió de ser terrible. Contraídos los músculos, soportando sobre la piel la crueldad de las aristas, todo el organismo enfiló el orificio del cuello hasta coronar la victoria de la libertad.



Yo sé que ahora la tortuguita habrá de entrar en esa nueva fase de construirse otro caparazón a medida de su madurez, pero el trabajo ha de tener ese claro signo de holgura y cielo ancho que supo comprar con el oro de su dolor. Tortuguita, tortuguita: a los hombres nos viene bien pasar y repasar sobre las cosas a la luz del mediodía de tu superación.


Un día, el correo nos trae la credencial de un puesto de trabajo que mete en el horizonte la llave del destino seguro. La primera mañana que fichamos se nos queda en el “ticket” una estampilla de felicidad. Pero somos así, y la rutina, la ambición, el egoísmo o la envidia empiezan a montarnos sobre la nariz los negros cristales del resentimiento y la inconformidad. La coletilla viciosa del jefe en la conversación, el “rímel” que no encubre la madurez de la “taqui”, la reventa de tabaco del botones o los timbrazos del panadero son las capas de ese algodón subjetivo que cada cual se hace para arroparse el corazón. (Beato Manuel Lozano Garrido “Lolo”)