A los que ya tenemos unos cuantos años recorridos por este camino de la vida, se nos hace inevitable el mirar por el retrovisor e intentar ver la senda recorrida. Muchas cosas quedaron guardadas en el almacén, muchas olvidadas y otras muchas las recordamos con añoranza, tanto que nos hace dibujar una tierna sonrisa. Poco a poco nos hemos ido llenado de esa cosa que dicen experiencia de la vida. Yo no sé si me habré llenado ya lo suficiente, pero me temo que no. Aún siento como un agujero negro en el estómago, en la entrañas, en el pensamiento. Una incertidumbre ante el futuro que sabemos ya que nunca llega. Porque nuestro vivir es un presente continúo. Quizá por eso mismo no anhelamos grandes metas, sino que nos vamos conformando con ir realizando pequeños anhelos, y gozamos de cada uno de los instantes que vivimos, con sosiego, saboreándolo. Empezamos a relativizar de forma positiva, y a valorar realmente cada cosa en su justo valor.
También al mirar por el retrovisor vemos quienes vienen detrás. Y aún sabiendo que nunca nos alcanzaran, porque cuando lleguen ya no estaremos ahí, la verdad es que desconcierta y da miedo en cierto modo: Otras formas de interpretar la realidad, las relaciones, el lenguaje. Otros valores, otra sabiduría. Uno no deja de preguntarse si antes éramos más tontos, o es que ahora los niños y los jóvenes son más listos. La verdad es que siempre caemos en el tópico de pensar que cualquier tiempo pasado era mejor. Que antes había más respeto en las relaciones de familia y entre la sociedad, menos violencia, como que todo era más sano.
Yo recuerdo perfectamente los diversos cambios generaciones de mi vida. Cambios por ejemplo en las relaciones entre padres e hijos. Cuando era pequeño mi padre era el “cabeza de familia”, bastaba su voz para hacernos entender quien era el que llevaba las riendas de la casa. Todo dependía de él. El administraba y gobernaba. En mi generación la verdad es que la educación paterna era pésima. Se educaba de la peor manera que se puede hacer: desde el miedo. Eso sí los padres y los hijos se entendían perfectamente. Sin hablar, pero se entendían. Bastaba una mirada fulminante del padre y uno entendía. Le decían a uno a tal hora en casa y vaya si llegabas a esa hora. Cuando fue quedando atrás la niñez y uno pasó a ser un poquito más grande llegó una época que podríamos decir del crecimiento. Bien alimentados, educación para casi todos los niños, cierta libertad en muchas cosas. Tantas que llegamos a transgredir lo prohibido y todo fue un libertinaje. La personalidad, la persona, la libertad lo era todo. Aquí los padres seguían siendo padres pero más dialogantes e incluso permisivos. Hubo enfrentamientos generacionales por primera vez. Los padres empezaron a no entender a los hijos ni éstos a sus progenitores. Cada uno tenía que buscar su espacio. Acabada ésta, llegó la década de las marcas. Nuestro afán eran las marcas. Bueno, mejor, nuestras no, la de otros. Pues los niños no se conformaban con los que sus padres les daban, ellos tenía que elegir sus ropas, sus calzados inclusive su comida. Adidas, Mcdonalds, Dominos, Coca Cola, Nike, Lacoste, Dolce Gabanna, Vitorio y Lucino, Prada, Sony, Calvin Klein…. (estas son más modernas). Por fin pasó la época del cambio y llegó el cambio de época: La electrónica primero, y la era digital después.
La época de los videos juegos electrónicos, los comecocos y la matanza de alienígenas entre otros. Los padres por primera vez desde el origen del hombre ya no eran padres, eran colegas de sus hijos. Amigos de sus hijos. Yo diría que un poco gilipollas porque los de esta generación empezaron sin quererlo, pero sí permitiendo, que sus hijos tomaran las riendas de la casa y la vida familiar. Relegando a los padres a un nivel un poco inferior a ellos. En el instituto, ya me pilló en bachillerato, las clases no eran simplemente clases magistrales, se optó por la experimentación y la deducción. Tengo que reconocer que con la época digital en la que vivimos, ando un poco perdido. Me da la impresión que los padres son auténtico analfabetos. Cualquier niño medianamente pequeño te habla de chips, de megapixel, kilobites, ipod, ipad, blackberry y toa su casta, que yo de eso no entiendo un carajo. Envían mensajes sin mirar siquiera el pequeñísimo teclado del móvil o celular, mientras hablan contigo. Y además en abreviaturas, y yo lo único que quiero, y con trabajo, es un móvil como teléfono para llamar y contestar. Sin complicaciones porque mi disco duro no da pa más. En esta generación digital los padres son auténticos esclavos de los hijos. La diferencia generacional es insalvable. Los niños y adolescentes han metido el miedo en el cuerpo a sus padres. El temor de herirlos psicológicamente, los traumas; el miedo y la amenaza de que se marchen de casa y otras razones más, han hecho de los padres, esclavos de sus hijos.
Pues después de todo esto que llevo dicho, solo pienso que hay una sola cosa en la que los padres no deben ceder nunca, ya que les es propio: la experiencia de la vida. Que no es otra cosa que los desengaños, los sueños rotos, los fracasos así como los logros y las alegrías, el amor madurado y tierno, el sosiego del momento vivido. Por más que los hijos quieran aún no han tenido el tiempo suficiente de vivir y experimentar esto. Por eso y nada más, la vida misma es madre y maestra, forjadora de hombres y mujeres que han de legar a sus hijos el anhelo de la madurez tranquila y sosegada que nace de la propia experiencia de vivir.
También al mirar por el retrovisor vemos quienes vienen detrás. Y aún sabiendo que nunca nos alcanzaran, porque cuando lleguen ya no estaremos ahí, la verdad es que desconcierta y da miedo en cierto modo: Otras formas de interpretar la realidad, las relaciones, el lenguaje. Otros valores, otra sabiduría. Uno no deja de preguntarse si antes éramos más tontos, o es que ahora los niños y los jóvenes son más listos. La verdad es que siempre caemos en el tópico de pensar que cualquier tiempo pasado era mejor. Que antes había más respeto en las relaciones de familia y entre la sociedad, menos violencia, como que todo era más sano.
Yo recuerdo perfectamente los diversos cambios generaciones de mi vida. Cambios por ejemplo en las relaciones entre padres e hijos. Cuando era pequeño mi padre era el “cabeza de familia”, bastaba su voz para hacernos entender quien era el que llevaba las riendas de la casa. Todo dependía de él. El administraba y gobernaba. En mi generación la verdad es que la educación paterna era pésima. Se educaba de la peor manera que se puede hacer: desde el miedo. Eso sí los padres y los hijos se entendían perfectamente. Sin hablar, pero se entendían. Bastaba una mirada fulminante del padre y uno entendía. Le decían a uno a tal hora en casa y vaya si llegabas a esa hora. Cuando fue quedando atrás la niñez y uno pasó a ser un poquito más grande llegó una época que podríamos decir del crecimiento. Bien alimentados, educación para casi todos los niños, cierta libertad en muchas cosas. Tantas que llegamos a transgredir lo prohibido y todo fue un libertinaje. La personalidad, la persona, la libertad lo era todo. Aquí los padres seguían siendo padres pero más dialogantes e incluso permisivos. Hubo enfrentamientos generacionales por primera vez. Los padres empezaron a no entender a los hijos ni éstos a sus progenitores. Cada uno tenía que buscar su espacio. Acabada ésta, llegó la década de las marcas. Nuestro afán eran las marcas. Bueno, mejor, nuestras no, la de otros. Pues los niños no se conformaban con los que sus padres les daban, ellos tenía que elegir sus ropas, sus calzados inclusive su comida. Adidas, Mcdonalds, Dominos, Coca Cola, Nike, Lacoste, Dolce Gabanna, Vitorio y Lucino, Prada, Sony, Calvin Klein…. (estas son más modernas). Por fin pasó la época del cambio y llegó el cambio de época: La electrónica primero, y la era digital después.
La época de los videos juegos electrónicos, los comecocos y la matanza de alienígenas entre otros. Los padres por primera vez desde el origen del hombre ya no eran padres, eran colegas de sus hijos. Amigos de sus hijos. Yo diría que un poco gilipollas porque los de esta generación empezaron sin quererlo, pero sí permitiendo, que sus hijos tomaran las riendas de la casa y la vida familiar. Relegando a los padres a un nivel un poco inferior a ellos. En el instituto, ya me pilló en bachillerato, las clases no eran simplemente clases magistrales, se optó por la experimentación y la deducción. Tengo que reconocer que con la época digital en la que vivimos, ando un poco perdido. Me da la impresión que los padres son auténtico analfabetos. Cualquier niño medianamente pequeño te habla de chips, de megapixel, kilobites, ipod, ipad, blackberry y toa su casta, que yo de eso no entiendo un carajo. Envían mensajes sin mirar siquiera el pequeñísimo teclado del móvil o celular, mientras hablan contigo. Y además en abreviaturas, y yo lo único que quiero, y con trabajo, es un móvil como teléfono para llamar y contestar. Sin complicaciones porque mi disco duro no da pa más. En esta generación digital los padres son auténticos esclavos de los hijos. La diferencia generacional es insalvable. Los niños y adolescentes han metido el miedo en el cuerpo a sus padres. El temor de herirlos psicológicamente, los traumas; el miedo y la amenaza de que se marchen de casa y otras razones más, han hecho de los padres, esclavos de sus hijos.
Pues después de todo esto que llevo dicho, solo pienso que hay una sola cosa en la que los padres no deben ceder nunca, ya que les es propio: la experiencia de la vida. Que no es otra cosa que los desengaños, los sueños rotos, los fracasos así como los logros y las alegrías, el amor madurado y tierno, el sosiego del momento vivido. Por más que los hijos quieran aún no han tenido el tiempo suficiente de vivir y experimentar esto. Por eso y nada más, la vida misma es madre y maestra, forjadora de hombres y mujeres que han de legar a sus hijos el anhelo de la madurez tranquila y sosegada que nace de la propia experiencia de vivir.
los refranes expresan experiencias que los seres humanos han vivido a lo largo de los siglos.Existe el siguiente refran:cuanto mas sencillo el reloj,tanto mejor funciona.Cuando un reloj esta construido de un modo claro y simple,es fiable.Podemos confiar en el.Hoy añoramos a veces la sencillez de algunas cosas.La radio de los automoviles es cada vez mas complicada.Antes de poder usarla,tengo primero que estudiarla.Y luego,precisamente en el momento que necesito el servicio radiofonico de informacion sobre el estado de las carreteras,algo se desajusta.Cuanto mas complicada es la tecnica empleada en el automovil,tanto mas fragil resulta.Continuamente salen al mercado modelos nuevos de ordenador cuya tecnica somos incapaces de entender y manejar de inmediato.Al parecer,nos hemos convertido en victimas de nuestro afan de tener que hacerlo todo cada vez mejor,entendiendo por mejor,lo mas complicado.A veces,lo que convence es precisamente la sencillez de las cosas.Lo que es valido para el reloj se puede aplicar no solo a las muchas cosas que hoy ya solo funcionan gracias a una complicadisima electronica,sino se aplica igualmente a nuestro pensamiento,que tambien necesita sencillez para comprender las cosas tal como son.La sencillez es algo que no distrae,sino que nos conduce a lo esencial.Por esto creo que el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos es:Cuando sintais pesadumbre en el corazon,contemplad las estrellas;y si es de dia,el cielo azul.Cuando esteis afligidos,cuando os ofendan,cuando algo no os salga bien,cuando brame una tempestad en vuestra alma,salid al aire libre y permaneced a solas con el cielo.Entonces alcanzara vuestra alma la tranquilidad.-SENCILLAMENTE VIVE.
ResponderEliminar