domingo, 22 de marzo de 2009

Semilla del "EL PROFETA"

Hace 19 años que guardo un pequeño tesoro sin saberlo en la estantería de mi celda. Un pequeño libro del filósofo, poeta y pintor libanés Gibran Jalil Gibran, titulado El Profeta. Libro que me regalase fray Fernando con ocasión de mi onomástica. Nunca lo leí por aquello que la haría en vacaciones u otro día. En este mes, visitando la Feria del Libro, lo ví, y decidí comprarlo y leerlo. He encontrado el tesoro escondido en él. Y como no soy egoísta, ni nada que se le parezca, decidí compartirlo con vosotros para que así como ha sido provechoso para mí, os sea también de provecho para vosotros.
Lo iré publicando en sucesivas entradas para que no os empachéis, y podáis paladear su gusto al leerlo.
El relato comienza en Orfalís, ciudad donde el cautivo Almustafá vivió durante doce años esperando el barco que le llevaría de regreso a su isla natal. Cuando llegó el momento tan esperado y mientras se dirigía al barco, gentes de toda condición y clase social del pueblo se acercaban para despedirlo, mostrándole el cariño y la simpatía que sentían hacia él, pues era tenido por profeta. Durante la amorosa y tierna despedida, le pedían palabras de sabiduría y consuelo que llenase el vacío que dejaba su persona. Así a las constantes preguntas el profeta iba dejando sabias semillas que producirían su fruto al germinar en el corazón de los hombres.
Por eso y por otras muchas razones, podemos considerar “El Profeta” como un libro benéfico y beneficioso para la humanidad. Pues no son verdades filosóficas de altos vuelos lo que en él encontraremos, sino pequeñas y simples verdades, (no por ello menos profundas) que cada cual puede hacer suyas. Sin más aquí os dejo estos pequeños retazos de su pensamiento y que os aproveche.

Del Amor:

- Y siempre ha ocurrido que el amor no conoce su profundidad hasta la hora de la separación.
- Porque así como el amor corona, también os crucificará. Así como os hace crecer y prosperar, también os podará.
- El amor no posee nada, ni deja que se le posea.
- Cuando améis, no debierais decir: "Dios está en mi corazón", sino: "Estoy en el corazón de Dios".
- Y no penséis que podéis dirigir el rumbo del amor, porque el amor si os considera dignos de él, dirigirá vuestro rumbo.

Del Matrimonio:
- Amaos, pero no hagáis del amor una cadena.
- Compartid el pan, pero no comáis de la misma hogaza.
- Cantad y danzad juntos, regocijaos, pero que cada cual esté a veces solo.
- Entregaos el corazón, pero no para poseerlo.

De los Niños:
- Vuestros hijos no son vuestros. Son los hijos y las hijas del anhelo.
- Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos, porque tienen sus propios pensamientos.
- Podréis, si mucho, pareceros a ellos; más no tratéis de hacerlos semejantes a vosotros.
- Vosotros sois el arco que se doblega y tensa para que se impulse la flecha y se dirija al objetivo que marca el arquero. La flecha son los hijos, el arquero es Dios y vosotros, padres, el arco. No os pese doblaros por amor.

Del Dar:
- Dais verdaderamente cuando dais algo de vosotros mismos.
- Retener es perecer.
- Bien está dar cuando se nos pida, pero es mejor hacerlo sin que se nos pida, con comprensiva espontaneidad.
- Hay quien tiene poco y que lo dan todo. Estos son los que creen en la vida, y en la generosidad de la vida, y las arcas de éstos nunca están vacías. Los hay que dan con alegría, y esa alegría es su recompensa. Y los hay que dan con dolor, y tal dolor es su bautismo. Empero hay quienes dan, y no sienten dolor al dar, y no buscan la alegría al dar, ni dan en aras de la virtud. A través de ellos Dios se manifiesta, y en los ojos de quienes así dan, Él, sonríe a la Tierra.

De la Alegría y de la Tristeza:
- Vuestra alegría es vuestra tristeza enmascarada. Y a menudo, el mismo pozo del que surge vuestra risa está lleno de vuestras lágrimas.
- Cuanto más hondo cae la tristeza en vuestro ser, tanto mayor será la alegría que podáis contener.
- La alegría y la tristeza son inseparables. Llegan juntas. Y cuando una se sienta sola con vosotros a vuestra mesa, recordad que la otra duerme en vuestro lecho.

De la Ropa:
- Vuestra ropa oculta mucha de vuestra belleza, más no la fealdad.
- Exponer al sol y al viento más de vuestra piel, y menos de vuestro vestido, porque el aliento de la vida reside en la luz del sol, y la mano de la vida está en el viento.
- El pudor es el escudo contra los ojos del impuro. Y cuando ya no haya impuros, ¿qué habrá sido el pudor, si no un grillete, y una engañifa de la mente?.

De la Libertad:
- Sólo podréis ser libres, cuando hasta el deseo de libertad deje de ser un arnés para vosotros, y cuando dejéis de hablar de la libertad como una meta y un logro.
- En verdad seréis libres cuando vuestros días transcurran sin cuidados, y cuando en vuestras noches no haya deseos ni agravios. Pero más libres seréis cuando esto ciña vuestras vidas como un cinturón, y sin embargo, os eleváis por encima de ellas, desnudos y desasidos.
- Lo que llamáis “libertad” es la más fuerte de estas cadenas, aunque sus eslabones resplandezcan a la luz del sol y os deslumbren.
- ¿Qué podréis descartar, para poder ser libres, si no fragmentos de vuestro propio ego?.

1 comentario:

  1. Linda lectura "El Profeta" una de mis faviritas, Inspiradora para el diario vivir.Me encanta la de los hijos y el matrimonio. Saludos Fray Fernando.

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